Al igual que me parece que el hibisco es el arbusto que posee la flor icónica por antonomasia, por aparecer en infinidad de grafismos y estampados, considero que la hoja del roble (Quercus robur) se encuentra a la misma altura en cuanto a popularidad dentro del mundo foliar. No existe bosque de hadas, serigrafía otoñal o libro de aventuras juvenil donde no aparezca o se haga referencia al roble o a su hoja.
Hojas y bellotas de roble © Hans Braxmeier
Símbolo de poder, dignidad y longevidad, en la antigua cultura celta el roble se encontraba siempre asociado con atributos casi divinos. Es más, los druidas, la clase sacerdotal de los celtas y, junto con la nobleza, las personas con una mayor jerarquía dentro de su cultura, ensalzaban al roble en sus rituales y era pieza fundamental de su saber. La propia palabra “druida” en la lengua céltica más antigua conocida significa “el que conoce al roble”.
Estatua de druida © Andrew Martin
Es cierto que toda esta mitología se encuentra oculta en una niebla de historias, cuentos y leyendas, pues los druidas transmitan su conocimiento a través de la palabra oral y los nuevos sacerdotes debían memorizar lo que aprendían, labor que podía llegar a durar hasta veinte años. Y es que tenemos que remontarnos hasta la Edad de Hierro, hace miles de años, para encontrar los últimos vestigios de un tiempo donde se veneraba al roble. Una época que por otro lado dio lugar a la mitificación de un árbol que se convirtió en icono. Fue el comienzo de la generación quercus.
Bosque de robles © 1771391
El roble no es único
Forma parte del género Quercus que engloba a otras muchas especies arbóreas y arbustivas. La encina (Quercus ilex), el alcornoque (Quercus suber) o el quejigo (Quercus faginea) son otras de las especies del género Quercus que forman parte del paisaje, habitan dehesas y pueblan bosques. Incluso su emblemática hoja es confundida a veces entre las distintas especies.
Sendero rural © Jardines Que Me Gustan
Quercus robur © Peter O’ Connor
Quercus robur o roble común, se apropia en gran medida de la popularidad de un género vegetal que alcanza entre cuatrocientas y seiscientas especies. Es un árbol con corteza de ébano la cual, a su vez, se encuentra marcada por penetrantes surcos. El roble llega a medir cuarenta metros de altura y su longevidad no se queda atrás, pues existen ejemplares de mil años. Los robles viejos son una importante seña de identidad de muchos paisajes.
Hojas de encina (Quercus ilex) © Mauricio Mercadante
Alcornoque (Quercus suber) © Tatters
La generación quercus posee otra característica protectora de bosques y la vida que albergan. Las bellotas que producen son una valiosa fuente de alimentos de los animales silvestres y, en algunos casos, domésticos. En concreto, las bellotas del roble tienen una longitud de dos o tres centímetros y maduran al inicio del otoño estando disponible para la fauna en los meses menos favorables del año.
Hojas de quejigo (Quercus faginea) © Salomé Bielsa
Las bellotas del roble también han alcanzado propiedades casi mágicas por este motivo. Pero sigo insistiendo que son las hojas las más inspiradoras en las artes. Pinturas o literatura han representado en incontables ocasiones las hojas alternadas, de lóbulos poco profundos de diez o doce centímetros de longitud del roble. Hoja icónica, que veneraban en la antigua cultura celta y cuya fascinación ha llegado hasta nuestros días.
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