han estado ligados íntimamente a las vías del ferrocarril, desde los viajes que
me situaban diariamente en Córdoba, pasando por cualquier otro viaje de trabajo
o placer donde establezco la prioridad tren
para desplazarme, hasta la actualidad, pues vivo pegado a la Estación y, durante
mis paseos diarios con Duncan,
siempre puedo observar el tránsito de trenes continuo. Es tan habitual para mí
estar dentro de un vagón de tren, que a veces siento algo parecido a lo que nos
cantaba Iggy Pop en su “The passanger” observando tras el
cristal las estrellas, la noche, y cabalgando y cabalgando…
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Árbol del paraíso (Ailanthus altissima)
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soy un melancólico, dramático, desproporcionadamente sensible, pero ya os digo
que el pasarme las horas observando a través de la ventanilla cada escena, cada
paisaje sucederse mientras escucho el canal
de bandas sonoras o el canal de
músicas del mundo del AVE, es
algo que me relaja un montón, que me permite meditar, reflexionar y, muy
importante, me proporciona una fuente valiosísima de inspiración. Es uno de
esos momentos donde más creativo puedo llegar a ser y, por consiguiente a
riesgo de resultar paradójico porque aparentemente no estoy haciendo nada, es
uno de los momentos más productivos tanto para mis tareas cotidianas, como para
los asuntos profesionales.
he tenido un compañero mudo que lleva por nombre árbol del paraíso (Ailanthus
altissima), pero que para muchos no es tal; es más bien un invitado sorpresa
que se apodara de espacios que no le pertenecen. Un árbol invasor, una planta usurpadora
a la que hay que eliminar porque se ha presentado sin invitación y está dejando
sin el lugar que corresponde a plantas autóctonas y naturalizadas.
de la problemática que representan las plantas invasoras. Ipomeas, Diente de León o el Jacinto de Agua, no solo se les puede
catalogar como invasoras, son también agresivas en su colonización, pero con el
Ailanto… ¡tengo que hacer una excepción! No he visto crecer Ailantos en parques
o jardines a no ser que hayan sido plantados allí por el jardinero o la
jardinera. Yo lo catalogaría como el árbol
resignado, pues se dedica a colonizar lugares residuales y espacios
degradados, como pueden ser los aledaños de las vías del tren. Por eso las
matas esporádicas y desordenadas con ramas incipientes de Ailanto, que no son
más que salpicaduras verdes junto a las vías del tren, suponen ese pasajero
silencioso que me acompaña en cada viaje que hago. El Ailanto es también el árbol mendigo, pues ocupa aquellos
lugares que ninguna planta desea para sí misma, conformándose con los espacios
o “migajas” que el resto de especies vegetales les ceden, ya sea por la escasez
de recursos, o por lo inhóspito del lugar. Es una especie dioica, así que
podemos encontrar ejemplares femeninos y masculinos, siendo estos últimos los
causantes de proporcionar un desagradable olor, lo que me conduce a añadir un
nombre más a la lista, el árbol apestoso,
a pesar de ser un gran contribuidor con su presencia en las ciudades en esos
espacios infrautilizados, por los que nunca pasa ni vive nadie, responsable de
captar el CO2 atmosférico y las partículas en suspensión de la polución que
causan los demás, para mitigar su efecto y que nos beneficiemos todos.
probablemente encontraría más adjetivos que añadir a la palabra árbol en relación con el Ailanto, pero
me parece que es caer en una tremenda injusticia. El árbol del Paraíso o del Cielo, se merece una consideración más digna
por mi parte, que resignado, mendigo o apestoso, porque no es tan invasor como lo pintan, porque es el único
vegetal que se atreve a vivir en espacios que otros desprecian beneficiando el
ecosistema de las ciudades y, sobre todo, porque es ese pasajero silencioso que
me acompaña en cada viaje.
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Bosque de Ailanto
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