En 1905 Albert Einstein publicó una serie de artículos en los que aseguraba que la energía ni se crea ni se destruye y resulta que el jardín no se encuentra exento de esta norma. Pura física. La ley de conservación de la energía establece que la cantidad de energía permanece invariable en el tiempo aunque dicha energía puede llegar a transformarse en otras formas de energía. Los espacios verdes poseen un flujo de energía, entradas y salidas, reunión y disipación, que hacen que el ciclo del ecosistema en cualquier espacio verde se mueva, cambie y alcance el esplendor vegetal que esperamos de él.
Energía del jardín a través de la fotosíntesis © Jardines Que Me Gustan
Del sol proviene la fuente de energía más poderosa que posee el jardín. Desde el hecho más simple que consiste en calentar superficies duras, volúmenes vegetales y láminas de agua, donde la energía luminosa de los rayos del sol al llegar a los cuerpos es irradiada en forma de energía térmica, hasta la transformación de esa misma energía luminosa en energía química a través del fenómeno biológico de la fotosíntesis.
Esta energía provoca la germinación, desarrollo y crecimiento de los vegetales. Es tan influyente, que dependiendo de la disponibilidad que poseen las plantas de ella variaran su aspecto notablemente en función del lugar en el que se cultivan. Esta es la razón por la que una planta que conoces perfectamente te puede resultar extraña si la ves cultivada en un lugar con diferente grado de radiación solar.
Luz de sol colándose entre las ramas de los árboles © Jardines Que Me Gustan
El flujo de energía también es patente en el viento. La energía eólica desplaza ramas, hojas, semillas, flores y polen en su versión más virtuosa, así como, transporta la nubes de lluvia que vierten el agua tan necesaria para las plantas. Mientras que la versión más destructiva del viento, se transforma en energía mecánica que tira macetas, parte ramas, aja tallos y es capaz incluso de apear un árbol.
La fuerza de energía mecánica no es exclusiva del viento. El riego al golpear el sustrato repetidas veces y durante un tiempo prolongado hace que se compacte el suelo, disminuyan los poros de su interior y la capacidad de almacenar aire para la raíces. Además, el movimiento del agua arrastra nutrientes del suelo, se los lleva lejos del jardín y del alcance de las plantas. Por otro lado, esta misma agua utiliza energía para moverse por el interior de la planta. Desde el xilema, va asciendo por diferentes cambios de potencial y va transportando esos mismos nutrientes que pudo haberse llevado por arrastre desde el suelo.
Gotas de agua sobre un rosal © Jardines Que Me Gustan
Sean jardines grandes o pequeños, algunas macetas de interior o jardineras asomando en el alféizar de la ventana, la energía está presente en todos estos espacios verdes. Energía limpia circulando desde el ambiente que rodea nuestro rincón verde, se introduce en las plantas transformándose y que puede ser extraída en forma de energía eléctrica.
Es la idea que germinó Plant-e, una startup vinculada a la universidad de Wageningen, ubicada en los Países Bajos. El sistema desarrollado por Plant-e para extraer energía eléctrica de las plantas consiste en colocar recipientes con abundante agua. Las plantas expulsan materia orgánica que es aprovechada por bacterias anaeróbicas que liberan electrones. Unos electrodos colocados en el recipiente capturan los electrones y comienza la circulación de energía eléctrica proveniente de las plantas.
¿No es maravilloso disponer de energía limpia gracias a las plantas de nuestro espacio verde? Corriente eléctrica que no sería interrumpida en la noche o en ausencia de viento como ocurre con los sistemas de energía solar y eólica. Ciencia ficción que nos permite “cosechar” energía procedente del jardín.
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