Los viajes a la playa cuando era niño eran mucho más largos que en la actualidad. Lo que por aquel entonces se convertía en una interminable odisea insufrible para mi impaciencia pueril, ahora lo recuerdo con añoranza; viejas historias que las carreteras de circunvalación han borrado, como ha desparecido del trayecto la imagen de muchos pueblos por los que había que pasar hasta el destino final. Dos hermanas, Los Palacios, Las cabezas, Lebrija, Trebujena, Sanlúcar,…, aquella parada de obligado cumplimento para desayunar, tras salir a primera hora de la mañana con la fresquita. El aire acondicionado acabó con aquellas salidas vespertinas pero aún así hay muchas cosas que el paisaje aún conserva.
Girasol © Peter Stenzel
Muchos cultivos industriales perduran arraigados a estos pueblos. La remolacha, el algodón o el girasol son la base de la economía agraria que ha sustentado a las localidades que siguen esta carretera durante décadas, formado parte del paisaje, modificándolo con el calendario agrícola de rotación de cultivos, de siembra y de recolección.
Cultivo de girasoles © Carl Lewis
Tanto en los recuerdos que conservo como en el paisaje tal y como es hoy en día, siempre me llamó y me llama la atención la suave inclinación de las colinas teñidas de rubio por las tierras en barbecho o la incipiente plántula que emerge verde del suelo. En especial, siempre me fascinaron los cultivos de girasol, con sus enormes flores amarillas, siempre persiguiendo al sol, llenos de las pipas, cuyas cascaras por aquel entonces imaginaba cubriendo el albero del cine de verano donde pasaría viendo alguna película para escapar de las calurosas noches que se avecinaban.
Pétalos de girasol © Matt Lavin
Ahora no contemplo estos campos de girasol de forma tan simple. Soy conocedor de que son cultivos industriales importantes en la zona y que sus usos van más allá que ocupar una bolsita en el kiosco del barrio. Desde la obtención de aceite, hasta la fabricación de pienso para la ganadería, el cultivo de girasol tiene su espacio. Es precisamente este último uso, el pienso animal, lo que cambio todo, incluido el paisaje, antes incluso de que yo naciera. En la transición del primer al segundo régimen alimentario, los españoles, influenciados por la migración del campo a la ciudad, la perdida de conciliación entre la vida laboral y familiar, el cambio de hábitos y horarios, fueron adoptando modelos de consumos alimentarios apropiados a esta nueva situación que se planteaba. El ejemplo que se siguió fue el norteamericano, comidas rápidas y más abundantes en carne con destino a la alimentación de todo este ganado que se necesitaba para, a su vez, alimentar a una población que tenía unas nuevas necesidades y una nueva demanda. Muchos agricultores abandonaron cultivos como el garbanzo o la lenteja, de distribución local y poco rentable, para refugiarse en cultivos como el de girasol, con un destino industrial globalizado y ligeramente más beneficioso económicamente.
Helianthus annuus ‘Prado Red’ © P.L Tandon
Pero el girasol no solo cambió el paisaje de campos de cultivos, también llegó hasta el jardín en formas y colores variados. Esta variedad de cultivares ornamentales determinó su éxito en espacios verdes. Ejemplos como Helianthus annus ‘Prado Red’, H. annus ‘Black Oil’, H. annus ‘Irish Eyes’, H. annus ‘Orange Sun’ o H. annus ‘Velvet Queen’, premiados por The Royal Horticultural Society, han encontrado acomodo en borduras vegetales al crear cierta sorpresa en quien contempla el jardín, pues descubre que esa enorme flor compuesta de color rojo, negro o naranja se trata del popular girasol.
Girasol bicolor © Swallowtail Garden Seeds
Los paisajes, ya sean rurales, antropizados, o naturales (de los cuales cada vez quedan menos), son fuente de inspiración para diseñar jardines y los cultivos de girasol no dejan de tener ese tinte embaucador, con todos sus matices, todos sus colores, como el marrón de la tierra, el amarillo de la paja y de las flores, el verde de las plantas o el celeste del cielo, que te cautiva. Lo bueno que tienen es que se pueden disfrutar desde carreteras comarcales de pueblos no menos encantadores, con historia ligada al sol y al sudor, a la tierra trabajada, a la garcilla bueyera que va tras las ruedas de un viejo tractor con la pintura descolorida, que ya perdió la cuenta de los pases de grada que ha dado. Pueblos ligados a su paisaje único a pesar de que la carretera que durante años los atravesaba ahora los ignore, los rodea y deja atrás aunque… después de todo, estos son motivos más que suficientes para girar, tomar el correspondiente desvío y detenerse.
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