La importancia que tiene el agua en el jardín es obvia. Son tantos los mecanismos físicos y botánicos en los que interviene el agua que muchos se nos escapan. Incluso ahora, previa a una inminente ola de calor, el agua influye regulando la temperatura de las plantas y el ambiente.
Gotas de agua © LMAP
Baldear es una palabra viejuna, de esas que cayeron en desuso, pero que esconde algunos aspectos técnicos que se enseñan en universidades. Baldear es lo que hacía mi abuela para refrescar su patio, como imagino hacen otras tantas abuelas, y de paso rebajar la temperatura de toda la casa.
Balde usado como maceta © Nideo Nics
Según la RAE baldear consiste en “Regar con baldes cualquier suelo, en especial la cubiertas de los buques con el fin de refrescarlas”. Asimismo, define un balde como “Recipiente de forma y tamaño parecidos a los del cubo”. Palabras olvidadas pero que esconden conocimientos muy actuales.
Y es que durante el día las superficies y objetos del jardín se van calentando, ampliando la temperatura ambiental.
Agua de riego © juantiagues
Esta temperatura es energía que proviene de la radiación del sol y al regar se produce un tránsito de la energía que va desde estas superficies recalentadas al agua, que se transforma de líquido a gas disminuyendo la temperatura del ambiente.
Incluso, si regamos al amanecer cuando es más frío el día, el agua también se filtra al suelo, llega hasta las raíces para ser absorbida y circula en el interior de las plantas.
Zona verde © Hannah Nicole
Las especies vegetales que pueblan un espacio verde poseen una serie de medios internos que permiten la circulación del agua desde las raíces hasta las hojas desde donde escapa en forma de vapor a la atmósfera durante un proceso llamado transpiración.
Jardín en verano © Deb Nystrom
Además, las plantas utilizan el agua para aumentar su biomasa, lo que quiere decir que a mayor cantidad de órganos verdes, mayor será la fotosíntesis. Al aumentar la fotosíntesis también aumenta la captación de radiación solar para transformar esta energía luminosa en energía química.
Es decir, durante este proceso vegetal se refresca el ambiente y se llega a producir un descenso de la temperatura.
En este caso se demuestra que el poder del agua para que descienda el calor y que es transferido a las plantas, es mayor que el de un toldo o un sombreo de un material artificial.
Arbolado urbano © Bradley Hutchteman
Las hojas verdes no solo no dejan pasar la luz, pues también absorben y transforman la energía que proviene del sol.
En este sentido, estudios realizados demuestran que las áreas verdes reducen la temperatura en las ciudades varios grados centígrados gracias a la combinación de sombreado y transpiración de las plantas.
Como vemos, existe un conjunto de procesos físicos y biológicos que provocan un enfriamiento ambiental, regulan la temperatura y, todo, gracias al poder del agua.
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