encantos de sus coetáneos jardines árabes palaciegos, pero lo cierto es que la
Edad Media fue una época de enorme valor entorno a una jardinería floreciente
que monjes y monjas cultivaban en sus patios y claustros. Muchas ciudades
giraron en torno a estos enclaves religiosos que con espacios reservados a la
botica, a la cocina, el huerto o las flores supusieron la forma de sustento
para miles de personas.
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Claustro gótico de la abadía del Monte Saint
Michel |
dictada por su fundador San Benito de
Nursia en el siglo IV, comienza un estilo de vida monacal marcado por un
espíritu común en todo el monacato que presentó a huertos y jardines como nexo
de unión entre oración y el cultivo de especies vegetales. Incluso las flores tuvieron su importancia destacada como
forma de ofrenda a Dios decorando iglesias y capillas en determinadas
festividades y por virtudes como aroma, propiedades medicinales, o el poder
colorante de sus pétalos tan útiles en la ilustración de códices.
fiel a la realidad inmediata. Walafrid
Strabo fue un monje que al igual que San Benito escribió un libro sobre
horticultura hacia el año 840 y cuyos consejos para crear y mantener un hermoso
jardín pronto se hicieron famosos. En este escrito, importante porque el jardín
no solo poseía valor ornamental, además era un espacio productivo, se describen
una serie de especies vegetales que nos pueden hacer una idea del amplio
conocimiento botánico que envolvió los claustros de monasterios desde sus
inicios: Abrotanum, Agrimonia, Ambrosia,
Apium, Cerofolium, Cocurbita, Feniculum, Marrabium, Menta, Nepeta, Papaver, Pelugium,
Rafanum, Ruta, Salvia, Sclarega, Urtica, Vettonica y, destacando con singularidad
en toda la época, Rosa. Concretamente
sobre jardinería también se ocuparon años más tarde Crescencius y el propio Alberto
Magno en su libro De Vegetalibus.
al pueblo, pues hay momento en la vida monacal que necesita de recogimiento. Es
ante esta vocación que el jardín medieval se aísla siempre del mundo exterior. Los
mejores ejemplos de claustros monacales, son aquellos inspirados en los patios
cerrados con pasillo peristilados de la casa de campo romana que servían a ese propósito
de vida en oración. El claustro de la
abadía del Monte Saint Michel, ubicado en Normandía (Francia), resume la
jardinería monacal del siglo XIII. En lo alto de del imponente peñasco, a
sesenta y ocho metros sobre el nivel del mar, el claustro de la abadía,
construido en 1228, ofrece un jardín intimista amparado por una imponente
arquitectura. En este lugar, el vergel aparece como el espacio privado vuelto
de espaldas al mundo, un espacio que parece comprenderlo, tenerlo todo, como un
microcosmos, un mundo cerrado a sí mismo que bien recuerda al legendario Avalon en que acabaran los días del Rey Arturo.
época que creó un complejo sistema interpretativo de las cosas. Su arte, de
voluntad tan anticlásica, gustaba de la abstracción y el simbolismo. Arte
espiritual, extrovertido y didáctico, arte con su expresión religiosa alcanza su originalidad y mérito más alto. Será
un renacer, un reencuentro con una realidad natural ya trascendida de un sentir
espiritual renovado que influirá en toda acción humana y los jardines se hacen
eco de este cambio.
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